Ejercer el papel de padre/madre-entrenador produce varios riesgos:
1º Que el niño o niña tenga dos entrenadores y ningún padre: El atleta necesita alguien que le escuche y le apoye le hayan salido bien o mal las competiciones. El niño/a con un padre-entrenador, sentirá (por mucho que el padre intente disimular) que su padre quiere mas, que no esta conforme con el resultado. Esta demanda continua provocará una insatisfacción en el jugador que ira generando miedo a la competición.
¡Es solo cuestión de tiempo!
2º Dilema entre los consejos del padre-entrenador y el entrenador. No de consejos técnicos a su hijo/a tenga o no conocimiento sobre la técnica, ya que, existen muchas formas de aprender y un proceso de aprendizaje que dependerá de las capacidades y habilidades evolutivas de cada niño/a y esto lo sabe el entrenador. El jugador deberá decidir si seguir los consejos del padre y dejar de confiar en el entrenador (muy mala cosa) o al contrario seguir los del entrenador y dejar de confiar en el padre-entrenador (un desastre). ¡Menudo dilema!
3º Una sobre-presión produce un nivel de exigencia en el entrenamiento muy alto pero nivel técnico bajo. Los hijos/hijas de padre/madre-entrenador suelen ser niños/as con un nivel de exigencia en el entrenamiento muy alto y con un esfuerzo máximo, sin embargo con un nivel técnico bajo. Esto es debido a la falta de concentración provocada en el niño/a al saber que esta siendo observado, vigilado y evaluado constantemente por la persona a la que más quiere, y además por su entrenador o entrenadora. Esto genera un estrés que día tras día va creciendo.
4º Cuando los profesionales nos encontramos ante una niño/a con padre ejerciendo el papel de entrenador bajamos mucho el nivel de exigencia de ese tenista y pasamos a trabajar su confianza ya que, si sumamos la presión del entrenador con la del padre-entrenador se producirá una acumulación de estrés que conllevará a que el deportista pierda el interés por su entrenamiento (no preste atención al entrenador, juegue o se distraiga durante el entrenamiento, etc) y/o abandone su formación.
El padre-entrenador también percibe este cambio y ante la inseguridad de su hijo/a y los malos resultados aumenta su vigilancia y evaluación creyendo que hemos bajado la intensidad del entrenamiento de la niña/o por algún extraño motivo. Es fácil imaginar donde puede llevar esta situación.
El padre-entrenador siempre tiene la sensación de que a su hijo/a no se le tiene en cuenta o que se le trata diferente que a los demás. Algunos niños cuando son demasiado presionados responden con excusas de todo tipo a la hora de entrenar o con un mal comportamiento.